viernes, 20 de marzo de 2015

A un hombre casi muerto























Llora en la pared roja la tinta negra

gritan las letras bailando su queja

mientras entre la niebla se bosquejan

aires de miedo, hambre y soledad



Para él se quebraron todos los sueños

 la dura realidad un día los dejó caer

se hicieron añicos sin poder crecer

se murieron a pesar de ser pequeños



No hay una sola voz que le nombre.

Invisible, sin unos brazos que le acojan

no hay quien le demande preocupado

cuáles son las penas que le acongojan.



Las letras en la pared hablan macabras,

lo hacen en un idioma que no comprende

se pregunta qué dirán esas palabras

luego susurra otras que no se entienden.



La calle es un abismo frío y profundo,

siempre silencioso, duro y húmedo

y él está ahí envuelto en su miseria

desamparado, alejado de su mundo. 



En agitados sueños ve los campos,

los surcos al sol hoyados por los rebaños,

y a su madre con la falda al viento,

y la ropa que, al tenderla, gira volando.



Un abismo negro ahora le envuelve,

ser tierra,  no sufrir, no estar despierto.                                         

Entre los cartones que le arropan

llora su soledad y querría estar ya muerto.