domingo, 4 de marzo de 2018

La Alameda de los Tilos




















Contemplo el espacio entre mis manos.
Semejan dos ramas solitarias,
en silencio permanezco sentada
en el banco de la alameda de los tilos.
Por el cielo viaja una nube solitaria
y un hombre camina despacio calle abajo

Subí los escalones de madera
en la casa de paredes encaladas
y muebles que parecían dormidos,
en la cocina la planta aún se inclinaba
buscando la luz de la ventana.
Volví a sentir la tristeza de siempre      

Pensé: tengo una casa cerca del mar
en ella puedo medir cómo me siento
y oír el sonido de las olas y el viento.
Me hablan de ayer, de que debo volver
aunque se me olvide y tenga que buscar
la puerta y la chimenea para encontrarla

Había un precioso campo al otro lado del río
ardillas en los pinos, un bote solitario
anclado en la orilla y un estrecho camino
por el que en las mañanas me perdía
en el laberinto de lo que buscaba y
en el desconcierto de lo que nunca encontré


  © Rosa G. Panera
Todos los derechos reservados





No hay comentarios:

Publicar un comentario


Gracias